DESPERTANDO DE UN SUEÑO LLAMADO CORONAVIRUS

Hace ya dos meses nos vimos inmersos en una situación nunca imaginada por ninguno. No parecía real. Era como una absurda pesadilla de la que deseas suene la alarma para despertar. Comenzamos teniendo una sensación de negación. Algunos eran incrédulos con lo que se nos presentaba: bromeaban o simplemente no querían atender. “¿Es cierto esto que está ocurriendo?” hasta la persona más realista le costaba creer los hechos que acontecían. Nos parecía estar viviendo una película de ciencia-ficción. Nuestra mente, cuerpo y experiencia no estaban preparados para este tsunami que nos invadía. Cerraron colegios, tiendas, cines… y todos corrimos a refugiarnos en nuestras casas para cumplir con el confinamiento del Estado de Alarma. Nuestra vida se encerró y pulsamos el pause de nuestra música.
Continuamos sintiendo rabia, enfado y frustración, costaba aceptar lo que perdíamos. Sentimos el agobio de la falta de libertad tal arresto domiciliario. Las noches de insomnio se acompañaban de sueños intensos. Seguidamente la sensación fue de angustia, angustia de muerte. La televisión nos bombardeaba con hospitales, cifras de fallecidos, morgues… Y cada uno en sus adentros deseaba que pasara de largo de su casa y de las personas más queridas. Pero la angustia era difícil de frenar, ya que, esto que acontecía era cercano para casi todos. Y para otros no habrá sido angustia sino una tremenda, real y cruda pérdida sin despedida. Mi más sentido pésame.
Para contrarrestar esas emociones reaccionamos con una búsqueda explosiva de contactos, videollamadas, teletrabajo, juegos en red, conferencias, deporte virtual… lo que supuso continuar con el estrés habitual diario pero encerrados en casa.
Pero tras esta efímera hiperactividad vino la temida parada, la de pararse a pensar, esa que todos evitábamos encontrar. Nos enfrentamos cara a cara con la nueva realidad con que para poder vivir estamos sin vivir. Las perdidas: despidos laborales, dificultades económicas, anhelos por los ocios, extrañar esos abrazos y encuentros con nuestros familiares y amigos… Nos impedía celebrar días y acontecimientos importantes para algunos. No podíamos continuar con nuestra vida anterior.
Y de repente empezamos a ver con ilusión el jeroglífico de desescalada de fases. Tras el túnel recorrido asoma una luz. Pero esa luz no tiene el mismo color que antes del 14 marzo. Me estoy despertando de un sueño muy largo pero esta realidad no es la que conozco porque se respira miedo. Internamente soy la misma persona pero el mundo externo no es igual. ¿Dónde están mis rutinas, mis planes…?, ¿Dónde estoy yo en este nuevo mundo? Hay que transformarse, reinventarse y aceptar pérdidas con el propósito de cambiar costumbres. La manera en que afrontemos esta situación tan anómala nos dará el resultado final de nuestro equilibrio personal evitando que florezcan trastornos mentales. Nos tenemos que adaptar y esperar esa “vacuna” que resucitará nuestra vida, aunque algunas cosas se habrán quedado por el camino. Todo saldrá bien.
By Pilar Romero