En estos tiempos inciertos, es difícil mantener ese equilibrio al que estamos acostumbrados. Incertidumbre significa falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo. La situación que vivimos no nos da esa base de seguridad de experiencias anteriores que nos aporte ese conocimiento de nosotros en una situación similar. Lo que era cotidiano se está desmoronando. No sabemos ni podemos prever nada, esto nos inquieta. No tenemos una respuesta exacta o concreta, todo es supuesto. La pandemia lo alteró todo. Esto nos aporta sentimientos de perplejidad, duda, recelo, inquietud, desasosiego, inseguridad… Y mantenido en el tiempo aumenta la intensidad de estas emociones negativas.
Sí estos sentimientos de base los acompañamos con otras realidades como el miedo al contagio, pérdida de seres queridos por la enfermedad, aislamiento físico, ausencia y/o escasez de relaciones sociales y familiares, angustia por los problemas económicos, preocupación por no tener una información creíble ni vislumbrar un final… Como psicóloga me preocupa el impacto emocional que esto va a provocar en las personas. A cada uno le afectarán evidentemente unos aspectos más que otros, pero lo que sí es cierto es que están aumentando los síntomas por depresión y ansiedad.
Analicemos estos síntomas:
Tristeza por todas las pérdidas que vivimos cada día de planes, trabajos, encuentros, hobbies, acontecimientos y celebraciones, nuestra identidad … son demasiadas renuncias a nosotros mismos y a nuestro entorno. Un ejemplo son todos esos novios que no han podido celebrar su boda tan esperada… La pandemia nos ha quitado nuestra libertad para elegir nuestra vida y rutinas. Tristeza porque no hay ilusión en fechas y eventos próximos, no es posible planear, no podemos esperar nada, estamos castigados por el Covid. Todo ello significa frustración, rabia, aburrimiento, falta de control y confusión. La falta de vinculación nos produce una sensación de soledad, más grave aún en personas que viven solas.
Ansiedad porque vivimos esperando el futuro, ese final de esta pesadilla, ese tratamiento o vacuna que nos sane. Y Ansiedad también porque tenemos miedo a cómo nos pueda afectar a nivel de enfermedad, laboral, económico, social… Abandonarnos a la ansiedad implica que nos invadan las ideas y pensamientos oscuros, nos acompañe la angustia y el exceso de preocupación. El cuánto tiempo sin respuesta nos ocasiona estrés. El aislamiento nos hace sentirnos encerrados y agobiados. Estamos más irritables y lo proyectamos con las personas que nos rodean. El número de divorcios y rupturas aumenta durante la pandemia.
En niños y adolescentes se están presentando dificultades de concentración, hay un paréntesis en su desarrollo evolutivo.
No podemos olvidar que es una situación transitoria, como otros muchos pesares acontecidos en la historia. Con la dificultad que lo estamos padeciendo nosotros. Es importante tener en cuenta que los demás están pasando la misma situación. Aceptar que las cosas han cambiado, adaptarse y flexibilizar nuestras nuevas rutinas y forma de vida. Disfrutar lo que somos y tenemos hoy. El impacto será menos negativo si tenemos esperanza en el futuro y no nos centramos solo en el miedo.
En estos tiempos difíciles es esencial reconocer lo que sucede en nuestro interior. Si te sientes muy nervioso, triste, ansioso o que esta situación te está afectando en alguna esfera de tu vida y no la puedes manejar, busca ayuda profesional. En estos casos una terapia te puede ayudar a encontrar un nuevo modo de afrontar la adversidad. Detrás de cada crisis hay una oportunidad.
By Pilar Romero
Psicóloga G. Sanitaria
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